sábado, 8 de setembro de 2012

El vals


     Cualquiera que los mirase ahora sabría que del amor conoce poco. Ellos dominaban el salón de baile con algunos pasos de baile ultrapasados y malhechos. Mientras ella intentaba seguir sus pies él hacía el mismo, y acababan dibujando juntos una tempestad de pies que no bailaban, solamente blasfemaban un vals suavemente por el espacio, siendo admirados por todos a su alrededor. Era bello de verse. La música seguía sus pasos y a veces, solo con un vistazo, era posible ver las cuerdas celestiales que les controlaba. Ellos solo querrían bailar y bailar toda la noche, sin que nada, aparte de aquel momento les valiera. Emborrachaban se uno en los brazos del otro y cuando la borrachera ya era demasiada apoyaban se en sus hombros para no dejaren de bailar. Sus pies acabaran por conocer el camino de ida y vuelta y cada rincón del ancho salón. Desviaban de los otros invitados sin al menos necesitaren verlos. Y como en un cuento de hadas e miraban magnéticamente, sin perder el contacto ni un segundo siquiera. Él deslizaba suavemente su mano sobre su cintura, ella podía sentir el calor atravesar las fibras de su vestido y llegar hasta su piel.
     El transe perduró hasta el fin del festejo. Los meceros y músicos, antes enamorados de la pareja, acostumbraran se a ellos y deseaban fríamente que se fueran para que pudieran hacer lo mismo. Pero fue en vano. Ellos seguían bailando al mismo compás en que las mesas y sillas eran cargadas afuera. Continuaran sonriendo y mirándose sabiendo que deberían parar. Cuando el salón vació se por completo y restaban solamente ellos, cayeron al suelo contradiciendo todo el romance anterior. Y reían risas de puro regocijo, de pura alegría y gratificación. Reían hasta que sus abdominales les dolerán y fueran forzados a parar. Y, al final, entrelazaran los dedos de una mano izquierda con una derecha, y fueron juntos hasta la puerta de salida extrañando el caminar que no hacían había algún tiempo. 

Nenhum comentário:

Postar um comentário