quinta-feira, 24 de maio de 2012

Los "vivenbar"

Si algún día le preguntasen si le conocía , seguramente diría que no, y al rato siguiente recordaría todos sus momentos juntos. Le dolía el fin. Pero soñaba con el día en que todo cambiaria. 
Cuando en una tarde de verano  conoció al gran amor de su vida, se dio cuenta de que la muerte era tan oscura cuanto lo pintaban los que perdieron alguien. De una manera u otra, si vives es porque tienes una razón para hacerlo, nadie vive por vivir, si fuera así mejor estar muerto. Ella había descubierto su razón de vivir. 
Si la realidad hizo incapaz su amor, es por la crisis del “quién soy?”. Ya nadie sabía su identidad. Todos tenían su destino trazado por sus padres y el gobierno, que decidían como y cuanto se debe ganar. Y qué es el mundo hoy sino tener capital suficiente para  mostrarle a los otros, y así, crear envidia?
Al decidir que quería ser actriz fue rechazada por los padres y desecha por el gobierno. Se quedó sin casa y sin identidad, ya no era gente, tan solo sombra. Pero no era la única sin cabeza. Más allá de los bosques oscuros de la floresta negra, de las montañas heladas del Polo Sur y de la Tierra del Nunca había un grupo de indeseados como ella. Cada uno con una historia, todos con el mismo final.
Había Miguel, el que sin un ojo podía caminar por la cuerda bamba. Flora, la de vida fácil que pintaba cuadros de mujeres desnudas y sumisas a los hombres, deshaciéndose de la rabia incontrolable que tenía por ellos. Andrea que creía tener nombre de mujer y por eso se convirtió en el primer transexual, pero que podía cantar como Lou Reed siempre quiso, y lo que causaba las inúmeras invitaciones, por parte de Michael Jackson, para ir a conocer su elefante de estimación. Y la pequeña Einat, que no era más que lagrimas y decepciones,  que hacia su poesía y que de abrir la boca ponía todos a mirarla con cara de espanto.
Vivian en casas de cartones, pegadas con imaginación y creatividad. Comían no más que   trozos de pan y bebían lo que les daba la fama de “vivenbar”. La vida no era fácil, pero si podían hacer su arte todo se ponía perfecto. Las malas casas se convertían en palacios, la poca comida en cenas extraordinariamente rellenas de opciones y la bebida, bebida de primera.
Ella estaba feliz. Estando en aquel sitio sentíase viviendo en una casa que, en realidad, nunca tuvo. La gente, por más monstruosa que fuera, eran sus amigos, su nueva familia. Y ella podía actuar como quería.
Del amor conocía muy poco. Lo había visto algunas veces en la tele y escuchado algo en las canciones. Pero físico nunca. A lo mejor es por eso que con tan solo una mirada se enamoró del sin papas en la lengua, Pulitzer.
Eran 18 los años de diferencia de edad. Algo que no los impedía de amárense. Por ser la querida y el odiado solo estaban juntos por las noches, cuando ella no pensaba en sus piezas y él en sus talking shows de comedia que no agradaba a nadie.
Estuvieron juntos por un año y tres meses, hasta llegar el MOCA (Movimiento de Oposición  a la Creatividad y al Arte). El grupo de los vividos, los hijitos de papas, que envidiaban los que tenían fuerza suficiente para ir en contra la ley del Capitalismo Dictatorial.
Ahora ella usaba salto alto para irse a trabajar. Su armario solo tenía negro, blanco y gris. Y por las noches se ponía a leer contratos emprestaríais y leyes judiciarias. Del arte solo tiene el recuerdo.
Pulizter está en la cuadricula, así como los otros. El MOCA ganó otra vez. Los artistas, las únicas almas del mundo, ahora eran aún más pequeños. AH! Si la gente pudiera comprender a los filósofos, los estudiantes de letras y los amantes del teatro. Si pudieran dejar la idea de que los artistas son indigentes. Qué cultura tendríamos!